«Cuando los abuelos tienen a través del arte la misma edad que sus nietos»

Por Ricardo Glan*

El lunes 23 de julio a las 15.45 llegamos con Juanita, mi nieta de 6 años, a la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes (AAMNBA). Quince minutos más tarde comenzaba en el museo una actividad de abuelos con nietos de 5 a 7 años, organizada por la AAMNBA como parte de su programa de vacaciones de invierno.

Ya había vivido una situación similar 12 años atrás, cuando con mi mujer llevamos a nuestro nieto Federico de 8 años -hoy, universitario- a ver “Los Monstruos” de Berni y de De La Vega en el MALBA.

Pero esta actividad con Juanita tenía un sabor diferente.

-¡Qué lindo, abu, es la primera vez que vamos a hacer una salida sin la abuela! –me había dicho saltando de alegría unos días antes, cuando le propuse hacer esta actividad juntos en el Museo de Bellas Artes.

En realidad yo había incluido a mi esposa, porque nos gusta abrazar a los nietos con la mirada cuando paseamos, pero Juanita recalcó que quería ir sola conmigo. Me sentí halagado y mi mujer supo comprender.

Desde el hall de la sede de la Asociación de Amigos, ubicada en Figueroa Alcorta, acompañados por Teodelina Basavilbaso, responsable de relaciones institucionales y por Susana Smulevici, directora programadora de los cursos que de la AAMNBA, abuelos y niños dimos la vuelta en fila por la avenida Libertador hasta entrar al museo, abierto especialmente para nosotros ya que los lunes cierra al público. Nos recibió Solana Ceccotti, una joven y agradable educadora que condujo la actividad con los niños.

Las condiciones eran inmejorables: el museo cerrado, sólo los guardias de seguridad custodiaban las obras. Entre docentes, niños y abuelos sumábamos 40 personas. El museo para nosotros era un lugar encantado.

Susana, la directora, hizo una breve introducción, presentó a Solana y explicó cuál iba a ser nuestra función. Nos dirigimos a la sala preparada para el evento

Manos a la obra

Con una idoneidad total, gran dominio grupal y muy dúctil en el léxico actual, Solana explicó y condujo cada una de las actividades. Supo, por ejemplo, contener a los más ansiosos que intentaban interrumpir con expresiones del tipo “después me explicás bien” o “¿qué te parece si lo vemos cuando terminamos, dale?”.

La obra utilizada para realizar la actividad era parte de las “Obras Maestras del Renacimiento al Romanticismo”, correspondientes a la colección Galería Nacional de Hungría del Museo de Bellas Artes (ver descripción de las obras al final del escrito).

Para contemplar las obras, los chicos se sentaban en el piso, en grupos de tres o cuatro.

Para la primera propuesta se tomó una serie de cuatro cuadros de naturalezas muertas o bodegones de tamaño mediano-grande, colgados uno a continuación del otro.

Cada grupo elegía un cuadro. La consigna para lo chicos era componer naturalezas muertas inspirándose en las pinturas que estaban frente a sus ojos. ¿Con qué elementos? Los docentes iban trayendo valijas con rueditas de las que emanaban manteles, copas, frutas y verduras artificiales para que los chicos elijan para su obra.

La segunda actividad consistía en observar un conjunto de cuatro cuadros no muy grandes dispuestos dos arriba y dos abajo del mismo autor, con paisajes campestres que correspondían a diferentes estaciones. Con excepción de la invernal -un paisaje nevado- en las demás no era tan obvias la estación del año. Quizás porque en los países del hemisferio norte los paisajes campestres son diferentes a los nuestros.

Los chicos debían identificar a que estación se refería cada cuadro.

En láminas que reproducían el cuadro de la primavera, los chicos debían pegar elementos -stickers con flores, mariposas, hojitas de árboles o plantas- para acentuar la estación del año: hacerlas ¨más” primaverales, acorde a la primavera que estamos acostumbrados en nuestro país.

Otra acción consistió en observar dos cuadros de tamaño similar referidos a paisajes urbanos del Renacimiento y se repartieron, a cada uno de los grupos, láminas con fotografías actuales de los mismos lugares, obtenidas a través de Google Earth.

Los chicos debían señalar en ellas todas las diferencias que adviertieran después de cinco siglos.

La última actividad comenzó con la observación de autorretratos. Cada uno de ellos tenía adosado un número.

Los chicos recibieron breves textos que describían cada una de las obras: con la ayuda de los abuelos, debían identificar a qué autorretrato numerado correspondía cada escrito.

Pero la actividad fue más allá. De una valija salieron telas, paños y otros elementos que los chicos tocaban para establecer algún tipo de relación con las texturas observadas en las pinturas.

Desde el punto de vista pedagógico, la propuesta general y el manejo de los límites a los más revoltosos fue impecable. En las explicaciones de Solana se ponía en funcionamiento la intuición para descubrir significados de lo contemplado y la deducción al tratar de dar respuesta a través de las obras sobre lo que se les preguntaba.

Al cabo de una hora, los chicos aprendieron a contemplar una naturaleza muerta, retratos y paisajes campestres y urbanos, asociando al arte con una actividad lúdica. Los paisajes, las mesas suntuosas y las ropas de los personajes parecían sacados de cuentos fantásticos de épocas y lugares lejanos.

Quedé asombrado con la propuesta. Fue la mejor tarde que pasé en mucho tiempo.

¿Y cuál fue el rol de los abuelos?

Abrazar a los nietos, observar su contemplación de las obras, acompañar a los más tímidos a sentarse en el piso, cuidar que nadie pise más allá de las líneas negras que resguardaban la cercanía a las obras, ayudar a leer los textos, aclarar dudas. También trasmitirles las emociones que nos despertaba cada obra de arte, hacerles visibles la alegría de compartir una actividad con ellos, sacarles fotos sin flash, acompañarlos a tomar la leche a la salida, fijar un recuerdo de buen momento junto a nosotros, fortalecer su identidad y su autoestima. También estábamos encargados de llevarlos al baño cuando necesitaban (que no era una tarea menor).

Esa tarde me sentí atemporal.

¡Frente a obras de 500 años de antigüedad, mi nieta y yo teníamos una edad similar!

Referencias fotográficas que nos convirtieron en atemporales:

23 de julio 2018 saliendo con Juanita del Museo de Bellas Arte al terminar la actividad

Hace 3 años, mi nieto Federico y yo al finalizar una charla de Ciencia y Arte

*Ricardo es voluntario de la Fundación Navarro Viola y forma parte de #DarEnGrande, una sección donde los voluntarios mayores escriben sobre historias de vida y experiencias de voluntariado, en los cuales las personas mayores son las protagonistas y sus formas de acción son ejemplos a imitar.

Agradecimientos:

Agradezco a: Teodelina Basavilbaso y Mariano Gilmore por la organización de la actividad, a Solana Ceccotti por su excelente manejo con los pequeños y calidad docente y a Susana Smulevici, incansable promotora de las actividades relacionadas con el arte y su visión docente que junto con Miguel Ángel Muñoz han sembrado una verdadera impronta del Arte en aquellos que pudimos concurrir a sus cursos y charlas.

Obras:

Giuseppe Ruoppolo BODEGON CON FRUTAS Y VERDURAS oleo sobre tela 81 x 102,5 cm museo de Bellas Artes de Budapest.
Michele Marieschi LA PIAZZETTA DEI LEONCINI EN VENECIA ca. 1735 óleo sobre tela 55,5 x 83,5 cm. Museo de Bellas artes de Budapest
Apollonio Domeneschi VISTA DE LA PIAZZA DELLA ROTONDA CON EL PANTEÓN DE AGRIPA EN ROMA 1750 óleo sobre tela 71 x 118 cm museo de Bellas Artes de Budapest.
Jacob Grimmer LA PRIMAVERA 1577 óleo sobre tabla de roble 35 x 60 cm Museo de Bellas Artes de Budapest.
Pieter Claesz BODEGON CON FRUTAS Y COPA DE ROMER 1644 óleo dsobre tela 104 x 146 cm Museo de Bellas Artes de Budapest.
Abraham van Beijeren BODEGON CON FRUTAS MARISCOS Y RECIPIENTES PRECIOSOS 1654 óleo sobre tela 102 x 100 cm.
Adriaen van Utrech BODEGON CON HORTALIZAS ca. 1645-50 óleo sobre tela 74,4 x 118 cm Museo de Bellas Artes de Budapest.
Jan Kupecky HOMENAJE A RÁKOCZI (SOLDADO KURURK) 1710-1715 óleo sobre tela 94 x 75 cm Museo de Bellas Artes de Budapest.
Ädam Mányoki EL BARON GUSTAVO ADOLFO VON GOTTER 1731-1732 óleo sobre tela 69 x 56 cm. Galería Nacional de Hungría
Jozsef Borsos EL EMIR DEL LIBANO 1843 óleo sobre tela 154 x 119 cm. Galería Nacional de Hungría.

Ricardo Glan

Soy biólogo desde mi juventud; estudié Epistemología y Arte en Bellas Artes cuando ya tenía nietos. De pequeño fui criado por una abuela que, mientras me daba de comer, me contaba cuentos de “la Vieja Europa”. Me fascinaban. Serán, tal vez, esos poderosos momentos infantiles los que me llevaron a crear lo que yo llamo Arte Temático, relatos que mezclan el arte con otras disciplinas. Es una de las cosas que más me gustan: contar a la gente mayor pequeñas historias que involucran obras y artistas. Al igual que cuando era chico, siento que el arte es atemporal y que logra hacerme brotar la emoción que llevo adentro.