«Hogar tierno hogar»
Silvia nos cuenta la historia del Padre Ángel Rossi que creó el Hogar Manos Abiertas.
Por Silvia DeVito*
Se inspiró en la Madre Teresa y en San Alberto Hurtado, abogado y sacerdote jesuita que fundó el Hogar de Cristo en Chile para dar cobijo a los desamparados y fue canonizado. Con esos modelos de obra solidaria, el Padre Ángel Rossi creó en 1992 la Fundación Manos Abiertas en la ciudad de Buenos Aires.
Desde sus inicios la fundación siguió los lineamientos de San Alberto Hurtado -cuyo lema es “Contento, señor, contento”- y extendió a lo largo de Argentina esa mirada compasiva de cuidados amorosos y alegres a través de distintas delegaciones y acciones: hogares de niños, de adultos y de ancianos; albergues rurales, merenderos, contención a extranjeros, contención a personas privadas de su libertad, cuidados paliativos, centros educativos, grupos misioneros. El voluntariado de la Fundación Manos Abiertas está formado por personas que aprecian la vida, que se preocupan por el mundo y que entienden la solidaridad como una actitud constante.
En la ciudad de Mar del Plata está el Hogar Madre de la Ternura, una de las muchas obras que la fundación sembró en el país.
El nacimiento de la ternura
El Hogar Madre de la Ternura surgió el 9 de agosto del 2009 para dar respuesta a la problemática de muchas madres con niños pequeños que están solas, sin trabajo, sin techo y, en muchos casos, son víctimas de violencia familiar y de abandono.
“Al principio el Hogar funcionaba en la zona norte de la ciudad, pero el destino puso en nuestro camino a un grupo de hermosas personas que nos permitieron primero alquilar y luego comprar nuestra propia casa a unas cuadras del Hospital Materno. Hace seis años que estamos acá”, cuenta María del Carmen, una de las dos directoras. Sonríe ampliamente al hablar. Tiene 67 años, es esposa, madre, abuela y voluntaria: dos veces por semana dedica sus tardes a “dar amor” en el Hogar.
Mientras conversamos, María del Carmen va de un lado a otro siempre haciendo algo. Sus manos baten una de las dos tortas que está a punto de hornear para “las chicas”. Me lleva a recorrer la casa: amplia, luminosa y colorida. La casa es muy espaciosa, lo que permite que cada habitación este destinada a un área específica. Pasamos por los cuartos de las mujeres y sus niños y por el cuarto de depósito de donaciones abarrotado de ropa, artículos del hogar y juguetes, todo prolijamente acomodado, colgado en percheros, guardado en cajas perfectamente embalado, esperando la próxima Feria para ser puesto a la venta y así recaudar fondos.
En otros espacios veo mesas pequeñas de juegos para los niños, ventanas con cortinas floreadas, un sector con películas y televisor, un comedor de mesa amplia , un mueble con material para los cursos y trabajos manuales; una cálida cocina con un enorme horno pizzero.
María del Carmen retira la torta del horno y suena el timbre. Junto a una mamá que trae a su hija del colegio, entra Nancy, jovial, risueña. Es una voluntaria de 80 años que llegó al Hogar hace ocho meses, cuando perdió a su marido, su compañero durante 60 años. Me cuenta que decidió buscar algo que no la hiciera sentir tan sola y una nieta la conectó con la encargada del voluntariado. Llevó la solicitud, tuvo la entrevista y comenzó.
“Acá hago de todo, si hay que cocinar, cocino, lo que me pida la directora”, dice Nancy. “Me siento otra persona, me siento útil, aprendo a hacer muchas cosas. Vengo dos veces por semana, eso me mantiene activa, muy contenta. Mis hijos me custodian y me dejan libre. Tengo tres hijos, once nietos y dos bisnietas. Todos ellos saben que esto me hace muy bien”.
Nancy se dirige a la cocina y se pone a lavar los utensillos que se usaron para la preparación de las tortas. En un rato se reunirán todas para tomar la merienda.
Todo lo que se ve, se huele y se siente en esta casa es muy parecido a un hogar de verdad.
Cómo funciona la ternura
En el Hogar albergan a dos grupos temporarios. Por un lado están las embarazadas, las mujeres que acaban de tener su bebé y las madres con sus niños. Ellas se pueden quedar seis meses para que las asistan, contengan, cuiden y fortalezcan. Les brindan apoyo psicológico, las capacitan mediante cursos que les abrirán las puertas al mercado laboral, las preparan para enfrentar su nueva realidad. Actualmente hay en el hogar una embarazada y una mamá con un recién nacido y su niña de 4 años.
El otro grupo es el de las madres de hijos hospitalizados o en espera para someterse a una cirugía, y que no residen en la ciudad ni tienen familiares cerca. Ahora hay una mujer con su hijo de de 8 años, y otra madre con su bebé y su hija que sufre una patología cardíaca.
Además de hospedaje, alimento y vestimenta, el hogar les brinda atención profesional, capacitación en variados oficios, esparcimiento, y ambiente y contención de un hogar. Por supuesto con reglas, principios y valores, como en toda convivencia.
El Hogar funciona única y exclusivamente por donaciones y voluntariado. Cuenta además con profesionales que brindan desinteresadamente sus servicios y su tiempo. Para que funcione organizadamente, se rige por horarios estrictos tanto para las comidas, como para la asistencia a actividades y cursos, que son obligatorios.
Hay 30 voluntarias en diferentes turnos, dos de ellas son las directoras: Sandra y María del Carmen, columna vertebral de esta obra. Las asistentes sociales, también voluntarias, cumplen un rol fundamental: son el nexo entre las madres y el Hogar. También colaboran pasantes universitarios, estudiantes de carreras sociales.
La continua labor solidaria es posible gracias al aporte de diversas empresas y de benefactores particulares, además de lo que recaudan en las ferias que realizan todos los meses.
Las voluntarias son humildes. Me dicen que lo que hacen es muy pequeño, que cometen errores y que saben que deben mejorar. Sin embargo, acompañan a mujeres y desamparados, experimentan el dolor propio y ajeno y crean, día a día, un espacio fecundo, un hogar de Manos Abiertas en el que florecen sueños. Y eso no es poca cosa.
Las ramas del árbol
Distintas obras que se realizan en/y desde el Hogar:
Acompañamiento a adultos mayores Grupo San José
Taller musical infantil Manos a la música
Equipo Madre Teresa
Equipo Buscadores
Grupo misionero San Francisco Javier
“No dejes que nadie que se acerque a ti, se aleje sin ser mejor y más feliz”
Madre Teresa de Calcuta
Para mayor información sobre Manos Abiertas Mar del Plata:
mardelplata@manosabiertas.org.
Silvia DeVito
Nací en CABA unos días antes de que comience el invierno, pertenezco a la generación baby boomer. Desde que tengo memoria estuve rodeada de Arte. Libros y cuadros acompañaron mi niñez y adolescencia. Mi madre, su padre y hermanos trabajaban en una editorial ya desaparecida, ellos cartógrafos todos, volvían todas las semanas cargados de libros que yo leía ávidamente.
Me casé, tuve hijos, y seguí leyendo. Un día nos vinimos a vivir cerca del mar, y comencé a escribir, y me jubile, y me hice voluntaria. Gradualmente me reencontré con el Arte en todas sus variantes. Fui parte de MultiplicARTE un proyecto que me acerco a la Fundación Navarro Viola y permitió formarme como Comunicadora Cultural en el Museo MAR. Integro el grupo ACAM una Asociación Cultural de Arte en Movimiento. Me perfecciono permanentemente realizando Talleres, seminarios y cursos sobre Historia del Arte, Literatura, Periodismo, y Narrativa en la Universidad Atlántida. Soy miembro de Creando RED; colaboradora en narrativa de la sesión Féminas en un blog Español, y participe con mis cuentos cortos cortos y microrelatos en dos libros grupales ya editados. Sigo ligada a la Fundación que me permite seguir colaborando y ser parte de diferentes proyectos que me nutren y me forman. Alguna vez me pidieron hiciera mi autorretrato y esta soy:
Difícil de convencer, fácil de abrazar, no acepto nada sino estoy segura que me hace crecer, me enseña, me enriquece internamente.
Las manos me pueden si vienen tendidas, extendidas, acariciadoras; con los dedos envolventes de amor y las yemas sanadoras de ausencias.
Me dejo llevar y también llevo.
Mis ojos que vieron tanto, a veces siento que no vieron nada…
Todos los días trato de recorrerme para no olvidar el camino, para que no lo tape la maleza.
En lo andado dejo pistas, pequeñas migas…
Algunas se las llevan los pájaros, unas pocas pasan inadvertidas y son pisadas. La lluvia se lleva otras tantas. Las demás son recogidas, guardadas en los bolsillos, en la boca, en el alma!!