Ariel Torredeflo fue asistente del taller virtual que brindamos en el marco de este proyecto “Voces mayores” y que estuvo a cargo de María Teresa Nannini, durante junio y julio. Este mendocino de 76 años nos comparte un aprendizaje y un nuevo mundo que descubrió ante la necesidad de generar espacio físico. Soltar esos libros que le ocupaban lugar, pero que le abrieron un horizonte nuevo. Esta vivencia de un ávido lector es también una recomendación de esas obras que lo maravillaron. Y nos deja en claro, una vez más, los puentes que podemos construir con palabras.
¡Esperamos tu voz mayor que también inspire a otros!

Caminar.

Leer.

Cuidar mis mascotas y mis cactus.

Dibujar y pintar.

Algunos quehaceres domésticos.

Un poco de conexión con la familia y amigos.

Mi casa es pequeña, tan pequeña que tengo que salir para que entre el sol. Así que decidí deshacerme de las cosas que no utilizaba, aunque tuvieran algún valor afectivo. Entre las cosas de las que me deshice, obsequiándolas ,había varios libros.

Silenciosamente me habían invadido, sin ninguna contemplación, ocupando todos los rincones vacíos y no tanto. Pero eso me sirvió para hacer un gran aprendizaje.

Aprendí a leer en un ebook, y aprendí a conseguir libros por internet. Y eso agrandó mucho mi horizonte de lectura, o sea que no solo leí lo que siempre me interesó, sino que pude meterme en nuevas áreas de la literatura -y un poco de las ciencias-. ¡Y con otra gran ventaja!, me permitió compartir y recibir libros de mis amigos. Por cuyo motivo aproveche otra gran ventaja que ofrece la lectura, comentar y reseñar lo que uno lee y que al compartirlas es como que uno vuelve a leer y con otros ojos y otro punto de vista lo ya leído.

Descubrí autores increíbles y obras que me abrieron la cabeza.

Por ejemplo, leí “La mano izquierda de la oscuridad” de Ursula K. Le Guin. Su mundo fantástico donde no había hombres ni mujeres, donde el sexo se activaba en la época del celo,  y una persona podía ser el macho o la hembra según las hormonas de la otra persona y por lo tanto podía ser el padre o la madre del hijo.

Internet me permitió adentrarme en el mundo de Le Guin y descubrir su saga de “Terramar”, “El planeta del exilio”, “Lavinia”, “Malafrena”, “El nombre del mundo es bosque”, entre otros.

Eso se repitió con Octavia Butler. Leí “Parentesco”, “Xenogénesis” o “La Estirpe de Lilith” y “La Parábola del Sembrador”.

O con Haruki Murakami. Leí “1Q84”, “La muerte del Comendador”, no pude dejar de leer en esta época de pandemia, “Sputnik, mí amor”. Con este autor además aprendí mucho de música, porque en todos sus libros juega un rol muy importante. “En Kafka en la orilla” uno de los personajes entra en un hermoso café, el café que le sirven es delicioso y se escucha una música que él nunca había escuchado. Como no hay otros clientes se le acerca el dueño del lugar, y entre otras cosas, le pregunta si le gusta la música, y ante la respuesta afirmativa, le cuenta de qué música se trata, es el “Trío del Archiduque” de Beethoven y le cuenta toda la historia sobre la creación de esta obra: que Beethoven ya estaba completamente sordo, y sin embargo, es una de las piezas musicales con más profundidad que se hayan escrito. Además le explica que los que están tocando son

“El Trío del millón de dólares”, formado por Herfetz, Feuermann y Rubinstein. Igual que el personaje, yo no pude más que buscar el “Archiduque trío” en internet, y oírlo durante 4 días seguidos.

Todos esos descubrimientos si los hubiera guardado solo para mí habrían ido perdiendo brillo poco a poco y finalmente se hubieran hundido en la zona oscura de la memoria. En cambio, compartiéndolos con mis amigos se mantuvo el brillo de la historia o de la música; aunque a veces descubrí amigos fanáticos de Le Guin o amigos que detestaban a Murakami.

Así fue que compartiendo enriquecí mi vida, la de mis hijas, nietos y la de mis amigos.

Y todo eso surgió de un pequeño retroceso y un nuevo aprendizaje.

Ariel Torredeflo (76 años), Luján de Cuyo, Mendoza.