Verónica es cordobesa, pero hace varios años que vive en el sur. En la ciudad rionegrina de Cipolletti, más precisamente. El día del padre y el Taller de escritura que ofrecimos en el marco del Registro Federal de Vivencias y Saberes +60, “Voces Mayores”, la inspiraron a contarnos los recuerdos con su papá.
Hace unos días fue jueves 2 de julio, se cumplieron 29 años de su última visita, venía a conocer a su nuevo nieto. Ya pasaron tantos años de nuestra última charla profunda, esa en la que me decía que había tenido una buena vida, que se había casado con quien quiso, que no siempre todo fue feliz, porque fue muy triste enterrar 2 hijos, pero que ya estaba preparado para irse cuando Dios y ELLOS lo dispusieran.
El vínculo con papá tuvo diferentes etapas: infancia amorosa, adolescencia distante, juventud conflictiva, y cuando por fin maduré fueron pocos los años que nos quedaron de reconciliación amorosa.
El jueves 2 de julio de 1992 fue un típico día de otoño patagónico con frío y viento intenso. Hacía 6 días que había nacido mi 2do hijo. Mi papá llegó en un vuelo del Transporte Aéreo Neuquén, un bimotor de 19 plazas: fue el peor vuelo de su vida. El avioncito se zangoloteaba de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. Había familias con niños que lloraban asustados. Él rezaba y le pedía a Dios que salvara a esas familias, él rezaba y les decía a ELLOS que estaba listo para irse, pero esos chiquitos no.
Ustedes se preguntarán quienes son ELLOS: Mi bisabuela Amalia, a quien papá no conoció y falleció un jueves 2 de julio y mi abuelo Javier. Cuentan las historias familiares que el abuelo Javier estaba veraneando con la familia en la quinta de Río Segundo y ya estaba muy mal de salud, papá solo tenía 8 años. La abuela Josefa estaba muy triste llorando a los pies de la cama y el abuelo Javier le dijo que no se preocupara antes de tiempo, porque “la mamá” lo buscaría para el aniversario de su fallecimiento. Y así fue que él murió también un jueves 2 de julio.
En nuestro jueves 2 de julio, cuando papá llegó a visitarme, la conversación fue muy intensa, él relató la historia del terrible vuelo, hizo un balance de su vida, de sus preocupaciones, disfrutamos la cena y esa misma noche, ni bien nos habíamos acostado tuvo un ACV.
Papá no falleció esa noche, pero fue el inicio de su PASCUA. Murió el 4 de julio después de que mamá llegara y pudiera estar con él. Dicen que los moribundos necesitan despedirse de los afectos cercanos para emprender el camino en paz.
Al principio tuve sentimientos contradictorios, la alegría del nacimiento de mi 2do hijo y el dolor por la muerte de mi padre. El tiempo me ayudó a comprender que papá vino a despedirse de nosotros porque yo no hubiera podido viajar a su funeral, dado que aún tenía los puntos de la cesárea.
El verano anterior, papá me prestó un crucifijo que fue de la abuela Josefa y me dijo que el día que muriera quería ser sepultado con esa cruz en sus manos. Papá no sólo vino a despedirse, también vino para que pudiera cumplir mi promesa. Él no se fue, solo se adelantó.
Verónica Vocos, 59 años, Cipoletti, Río Negro