
Había una vez
Al salir con los amigos o ir a un campamento, los hijos se despedían por un par de días de los padres, y estos quedaban sin noticias hasta el regreso a casa. La lista de ejemplos que ilustren los beneficios que aporta esta era tecnológica e informática puede ser extensa pero no es el tema primordial de estas líneas. Lo que me interesa relatar es la vivencia maravillosa que experimento cuando, con mi nieto, ensamblamos el pasado y el presente jugando.
Nuestras propuestas de antaño están en desventaja. Imposible competir. Antes, los padres se limitaban a observar, de vez en cuando, qué nuevo juego habían inventado los chicos, montados en un árbol o entre matorrales de un terreno baldío, si había algún peligro o no.
Hoy negocian, establecen reglas, organizan los tiempos para que alternen entre la pantalla y las actividades al aire libre. De la mano de mi nieto he vuelto a jugar a las escondidas, a la rayuela (que hoy llaman cielito), a la pelota, saltar la soga, al sube y baja y al barrilete.
Está en nosotros la elección de tirarnos al suelo para recorrer una pista con autitos, treparnos al sube y baja, jugar a las escondidas con nuestros nietos hasta el cansancio y después, juntos, mirar una película y divertirnos también. Si te animás, también podés competir en la play.
Iris Ada Quiero, 64 años, Córdoba Capital