“Luces multiplicadoras”
/en Historias de vida, Voces MayoresEsta es la historia de Susana, Sonia, Elsa y Luis, que son parte de un grupo de adultos mayores en Mar del Plata que comparte un taller de estimulación cognitiva, donde encontraron en las herramientas que brindan las neurociencias la posibilidad de desplegar su creatividad al escribir y auto editar un libro que contiene sus textos.
Por Silvia DeVito*

El reencuentro
Hoy los reencuentro. Leí todos los relatos, les comento que me gustaría saber más sobre ellos, qué sienten y el después de esta experiencia. Ahora se sienten más seguros, me dicen. Tienen voz y pudieron decir.
Susana es la primera en hablar. Es muy coqueta, menuda y chispeante. Viuda, madre de dos hijos, una nieta. Vive sola, pero no se siente sola. Sus 75 años la encuentran activa, emprendedora, vital.
-La vida me brindó felicidad y tristezas. Me dio una nieta y se llevó un hijo. La madurez y el paso del tiempo me dieron sabiduría. Estoy rodeada de amigas de oro con las que comparto gustos y afinidades. Amo el arte. La edad y la vejez no significan nada, son solo capas que debemos atravesar. Cuando podés realizar algo que te gusta, no lo pienses ¡adelante! El tiempo que paso con mi nieta es una recompensa en esta etapa de mi vida. Escribo desde los 14 años. Cuando falleció mi marido fui a la psicóloga, y me recomendó este taller. “Además de activar la memoria vas a poder escribir que es lo que te gusta”, me dijo. Hace tres años que asisto. Vi que en la Universidad Atlántida daban Literatura por UPAMI y también me anote. En la UA publicamos un libro grupal, se lo comenté a Mabel, se entusiasmó con la idea.
Sonia habla suavemente, se la nota tranquila, equilibrada. Con ojos grandes y brillantes de un color indefinido, cuenta que nació en Tandil en 1948. “Debido a las continuas mudanzas de mis padres, debía reacomodarme a nuevos espacios y grupos. Pasaba horas leyendo. Heredé de mi padre mi pasión por la lectura. A los 20 años me case con un compañero de trabajo. No resulto, nos separamos. Al principio lo viví como un fracaso, pero esa crisis me permitió crecer. Dos años después, también en el trabajo, conocí a Alberto, nuestro amor hoy sigue intacto. Hace 25 años que vivimos en Mar del Plata. Tenemos tres hijos, una nieta y otro en camino. Llegue al Taller en principio buscando ayuda, estrategias para abordar el tema de Dardo, mi hijo, que tiene capacidades especiales, una especie de autismo. Fui adquiriendo diferentes herramientas para no estar tan pendiente de él. No puedo decir que todo lo logré con el Taller, pero tenemos un mejor contacto.
Elsa, elegante y moderna. Separada con dos hijas y dos nietos con voz grave y clara que denota su formación académica, cuenta que fue docente durante 35 años en la misma escuela. “Fue uno de los periodos más felices de mi vida, durante el que desarrollé mi carrera y nacieron mis hijas. Disfruto de una vida muy tranquila. Soy una persona con muchas vivencias. Me cuesta recordar, a veces quiero expresar algo pero no sé cómo. Me derivó el médico al taller por mi memoria. Hace casi dos años que asisto. Allí encontré que lo que creía iba a ser un espacio de juegos y estimulación, fue mutando en un lugar de encuentro literario donde tratamos temas específicos, trabajamos sobre ellos, los elaboramos grupal e individualmente y los volcamos en palabras. Descubrí que puedo expresarme”.
Luis, el único hombre del grupo, es un abogado cordobés de 64 años. Casado hace más de 30 años con Raquel, tienen dos hijas.
-Fui derivado al Taller para que “saque” los recuerdos. Para hablar de cosas de las que tengo necesidad de hablar. Ser abogado mediador, ponerse en el lugar del otro me abrió mucho la cabeza. Perdí a mi padre siendo muy pequeño, las mujeres de mi familia: madre, abuelas, me marcaron mucho. Mi padre era abogado y fue asesinado por un cliente, en casa, prácticamente frente a todos nosotros. Fui criado en una especie de matriarcado. Lo vivido me marcó, forjó en mi al profesional militante que reclama justicia social y al narrador que puede expresarse.
“Luces en el atardecer” es el título del libro, lo decidieron democráticamente. Los representa. Susana dice: “Todos tenemos distintos ritmos, nos apoyamos y alentamos. No buscábamos ninguna finalidad comercial. Solo queríamos compartirlo. Escribir fue y es nuestra catarsis, pero si no lo compartimos, desaparece”.
Las luces en forma de libro ya están en muchas manos. Lo que hablábamos de multiplicar.
Silvia Devito
Nací en CABA unos días antes de que comience el invierno, pertenezco a la generación baby boomer. Desde que tengo memoria estuve rodeada de Arte. Libros y cuadros acompañaron mi niñez y adolescencia. Mi madre, su padre y hermanos trabajaban en una editorial ya desaparecida, ellos cartógrafos todos, volvían todas las semanas cargados de libros que yo leía ávidamente.
Me casé, tuve hijos, y seguí leyendo. Un día nos vinimos a vivir cerca del mar, y comencé a escribir, y me jubile, y me hice voluntaria. Gradualmente me reencontré con el Arte en todas sus variantes. Fui parte de MultiplicARTE un proyecto que me acerco a la Fundación Navarro Viola y permitió formarme como Comunicadora Cultural en el Museo MAR. Integro el grupo ACAM una Asociación Cultural de Arte en Movimiento. Me perfecciono permanentemente realizando Talleres, seminarios y cursos sobre Historia del Arte, Literatura, Periodismo, y Narrativa en la Universidad Atlántida. Soy miembro de Creando RED; colaboradora en narrativa de la sesión Féminas en un blog Español, y participe con mis cuentos cortos cortos y microrelatos en dos libros grupales ya editados. Sigo ligada a la Fundación que me permite seguir colaborando y ser parte de diferentes proyectos que me nutren y me forman. Alguna vez me pidieron hiciera mi autorretrato y esta soy:
Difícil de convencer, fácil de abrazar, no acepto nada sino estoy segura que me hace crecer, me enseña, me enriquece internamente.
Las manos me pueden si vienen tendidas, extendidas, acariciadoras; con los dedos envolventes de amor y las yemas sanadoras de ausencias.
Me dejo llevar y también llevo.
Mis ojos que vieron tanto, a veces siento que no vieron nada…
Todos los días trato de recorrerme para no olvidar el camino, para que no lo tape la maleza.
En lo andado dejo pistas, pequeñas migas…
Algunas se las llevan los pájaros, unas pocas pasan inadvertidas y son pisadas. La lluvia se lleva otras tantas. Las demás son recogidas, guardadas en los bolsillos, en la boca, en el alma!!