“Soy Gloria Iris Fernandez, nacida y criada en CABA, bien porteña, amante de mí país y de toda esa hermosa geografía y también de su gente”, se presenta esta octogenaria de Ciudad Autónoma de Buenos Aires.  En el marco del taller de escritura que ofrecimos durante el mes de julio, Gloria se inspiró en una fecha en particular: 1 de julio de 1963. Según Google, nada interesante pasaba ese día para el resto de los mortales. Sin embargo, en una oscura Plaza Francia dos amantes se daban un beso, quizás el primero de vaya a saber cuántos más. ¿Querés saber qué pasó ese día? Asomate a esta historia.

Soy Gloria, y las fechas me marcan de manera especial y son mis disparadores. ¡Bellos e inolvidables recuerdos!

Es así como dice el bolero: “Después que nos besamos con el alma y con la vida”. En esa noche donde la oscuridad de Plaza Francia nos albergó y nos cubrió, de manera que todo esa pasión que sentíamos la pudiéramos expresar, como si un volcán comprimido por mucho tiempo estallara, como si la compuerta de un dique se abriera bruscamente y el agua saliera.  El aire estaba helado, igual que hoy, pero quién puede sentir frío cuando el calor interior, intenso, lo abarca todo, recorre nuestro cuerpo y nos hace olvidar hasta quiénes somos ¡Eso para mí es el amor! Profundo, pasional, dulce, que nos moviliza el cuerpo y el alma.

Sin embargo, tuvimos que volver a la realidad y separarnos. Cuando llegué a casa, cerca de la medianoche, o más tarde, me esperaba mi padre furioso; como todo padre cuya hija no vuelve del trabajo a su hora habitual. Mamá no decía nada, pero estaba temerosa. Frente a todo eso, yo estaba como perdida en el espacio, volando en una nube. Parecía que ni los escuchaba. Luego me quedé dormida profundamente, cuando desperté, me pregunté si había sido un hermoso sueño. Reconozco que allí empezaron mis temores.

¿Esto que nos pasó, fue un sueño o tal vez fue algo pasajero? ¡Obviamente no era pasajero para mi! silenciosamente lo esperé durante un año y medio. Pero mi duda era sobre qué sentiría él, un ser que hasta ese momento había sido un caballero, muy educado y formal, bastante distante, que poco dejaba trascender  su interior. ¡Era para mí un misterio!

Con la duda y el temor, al día siguiente llegué al trabajo, cuando nos encontramos frente a frente fue un momento crucial. Me dijo: “¿hoy nos podemos encontrar?” Desde entonces puedo decir que fue esa noche fría de un 1 de julio de 1963, donde nuestro amor se desplegó con toda su fuerza, para ¡no abandonarnos nunca!

Gloria Fernández, 80 años, CABA